Más allá de la experiencia y el conocimiento: La vocación en la formación deportiva
- Ivan Romel
- 19 feb
- 3 Min. de lectura

En el mundo del deporte, existe un debate constante sobre quién está mejor preparado para entrenar: ¿un exjugador con experiencia en el campo o un entrenador que ha estudiado metodología, pedagogía y ciencia del deporte? Mi opinión es que no hay una única respuesta correcta. Más allá de la experiencia y el conocimiento, la vocación juega un papel fundamental. En este blog, compartiré mi visión basada en mi experiencia trabajando con diferentes entrenadores y analizaré las ventajas y desventajas de cada perfil.
La experiencia del exjugador como entrenador
Un exjugador tiene una ventaja evidente: ha vivido el deporte desde adentro. Ha experimentado la presión de la competencia, ha enfrentado desafíos tácticos en el campo y ha sentido en carne propia, lo que significa entrenar al más alto nivel. Esto le otorga una perspectiva invaluable, sobre todo en el manejo de situaciones reales de juego.
Sin embargo, esta experiencia no siempre se traduce en una buena metodología de enseñanza. He trabajado con entrenadores que fueron jugadores profesionales y he visto cómo cometen errores en la aplicación del volumen, la intensidad y la densidad de los entrenamientos. Lo que para ellos fue efectivo en su época de jugador, no necesariamente es lo mejor para los atletas que entrenan.
El entrenador formado académicamente
Por otro lado, el entrenador que ha estudiado tiene un conocimiento profundo de los principios del entrenamiento, la fisiología, la psicología y la pedagogía deportiva. Sabe cómo estructurar un plan de trabajo, adaptar los entrenamientos a las necesidades individuales de los jugadores y aplicar métodos basados en evidencia científica.
Sin embargo, su mayor desafío es conectar con los jugadores de una manera práctica. Si nunca ha pisado un campo de juego en competencia, puede que le cueste entender ciertos aspectos emocionales y estratégicos que solo se aprenden jugando. Aquí es donde la vocación y la capacidad de aprendizaje continuo se vuelven esenciales.
La clave: La vocación y la capacidad de adaptación
Para mí, lo que realmente diferencia a un buen entrenador de uno mediocre no es si jugó o no profesionalmente, sino su vocación. Un buen entrenador:
Tiene la humildad para seguir aprendiendo.
Entiende que cada atleta es diferente y necesita un enfoque personalizado.
Tiene paciencia y pedagogía para transmitir conocimientos.
Es un líder, capaz de inspirar y guiar a sus jugadores más allá del juego.
Un entrenador con vocación sabe que nunca deja de aprender. Ya sea exjugador o no, está en constante evolución, buscando mejorar su metodología y su capacidad de comunicación con los atletas.
Ejemplos de ambos casos
Si miramos el fútbol profesional, vemos casos exitosos en ambos lados. Por un lado, entrenadores como Zinedine Zidane o Pep Guardiola, exjugadores que supieron adaptarse al rol de estrategas. Pero también tenemos ejemplos como José Mourinho o Arrigo Sacchi, quienes nunca jugaron profesionalmente y, sin embargo, revolucionaron el fútbol con su conocimiento y visión táctica.
Conclusión
No hay una verdad absoluta. Ni la experiencia de un jugador ni la formación académica de un entrenador garantizan el éxito. La clave está en la vocación, la humildad para aprender y la capacidad de guiar a los atletas hacia su mejor versión. Al final del día, lo más importante es que el entrenador, sea exjugador o no, tenga el compromiso y la pasión por hacer crecer a sus jugadores y al deporte.
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